Hubo un cortocircuito entre Lionel Scaloni y Sergio Agüero: “Vos me mentiste”.
El engaño es una virtud en el futbolista adentro de la cancha. La imaginación para estafar al marcador mejora la jugada. En la gestión del grupo -en cambio- el engaño derrite la credibilidad del líder. Agüero se siente defraudado por Scaloni. Que se lo haya dicho en la cara deja escapar la angustia pero no cambia la foto. Contra Paraguay estará en el banco. Aunque va mucho más allá de un cambio. Pone en evidencia cómo Scaloni gestionó la paz del grupo y su propia voz de mando. No se necesita de experiencia como entrenador ni de mil whisky con Coco Basile hablando de códigos para saber que le faltó tacto.
Scaloni no quiso nunca al Kun en su Selección y ahora se delató. Suena raro porque es el segundo crack detrás de Messi. Porque es mejor que los Lautaro Martínez o los Icardi. Pero ser el entrenador le otorga el poder de decidir. El gran dilema es cómo y cuándo. La Selección quedó rehén de la interna entre ellos en medio de una Copa América. Tiene tanto olor al Mundial de Sampaoli que asusta… Allí empezó este cortocircuito. En Rusia hubo un fuerte cruce. Palabras que intentaron desmentir mientras pasaban amistosos y Agüero jamás era convocado. La tregua llegó para este torneo. En ese contacto, el Kun le pidió saber cómo estaba en su ranking porque no quería ir a Brasil de paseo. En su historia soportó ser suplente de Higuaín, de Tevez. No ahora con jugadores nuevos. Como Scaloni lo puso primero, se subió al avión. Por eso, ahora se siente como lo intuye Ruggeri… “Agüero debe pensar ‘soy un boludo’. ¿Por qué vine? Si ya me había demostrado que no sentía por mí lo mismo que por los otros 9”.
Scaloni juega el partido de su vida. Sabe que está en evaluación y que define gran parte de su carrera. A diferencia de Sampaoli, al sentirse rodeado prefiere morir con la suya. A él le gustaba más Icardi que Agüero. Pasa que la actualidad de los dos le quemó los papeles. Hoy deja afuera Agüero porque piensa que no presiona en la salida a los rivales y hace entrar a Lautaro para colaborar con los volantes y tratar de definir. Al igual que Sampaoli, el problema fue que la filtración de su movida le generó reclamos internos. Los jugadores le cuestionaron enterarse los cambios leyendo redes sociales en vez de escuchando al entrenador. No aprendió del defecto exacerbado del anterior cuerpo técnico.
La relación entre líder y estrella ya parece no tener retorno. Aunque es cierto que a veces se cede por conveniencia. Por una pelota que pega en el palo o una que entra. Le pasó a Falcioni cuando quiso limpiar a Riquelme de Boca pero debió volver sobre sus pasos -en falso- porque empató con All Boys. El problema es qué piensa Messi cuando escucha detalles de la historia a una cama de distancia de su amigo Agüero. Cuánto vale puertas adentro decirse la verdad. Tal vez sea lo único bueno después de las charlas grupales y de las mano a mano. Se sacaron las caretas que llevaban por viejas mentiras.
Fuente: infobae.com